domingo, 26 de octubre de 2008

Colectivo* lleno

(Primero la culpa, luego la educación)
¿Quién en este mundo no adora subir a un colectivo y viajar cómodamente sentado?
¿Quién no ha soñado alguna vez con que ese placer continúe durante todo el recorrido?
Si bien las costumbres humanas involucionan cada vez más hacia el sujeto egoísta e individualita, todavía existimos unas pocas personas cuya educación y sentido común, nos obligan a ceder el asiento a los mayores, de movilidad reducida, mujeres embarazadas y con niños pequeños.
Sin embargo, en ocasiones reiteradas, quizá debido a la escasez de gentileza en muchos individuos, y el aumento de personas con necesidad de asiento que suben a los colectivos; yo en particular, como miembro de la minoría gentil que cede asientos, sufro de gran culpa y cargos de conciencia, antes de cumplir con mí deber ciudadano.
No me agrada en lo más mínimo ceder asientos, porque casi siempre llego al colectivo agotada. Entonces espero. Veo subir un anciano, y espero a que alguien más ceda el lugar.
Pasan los minutos, nadie hace nada. Allí es cuando me carcome la culpa, y finalmente me levanto. Con las embarazadas, no dudo un minuto, por su puesto.
Si un gentil obligado (como yo) viaja en colectivo, entre las 14 y las 16 horas; prepárese a recibir un contingente interminable, de personas mayores, y mujeres embarazadas a quienes ceder asientos.
Es entonces cuando una mezcla de culpa y bronca azota mi corazón cansado, minutos antes de regalar el precioso espacio junto a la ventanilla.
¡¿Por qué demonios viajan todos a la misma hora?! ¿Es que acaso se ponen de acuerdo? No tengo nada contra las embarazadas; pues mi instinto maternal me lleva a cederles el asiento sin ningún problema.
Pero los ancianos… ¿Por qué suben tantos, en esa franja horaria? ¿Hay algo más importante para una abuela, que ver las novelas de la tarde? Según parece, si. Lamentablemente.
Y entonces uno Debe ceder el asiento. Elegir uno de tantos que suben. El más canoso y decrépito individuo de la naturaleza, para darle el maldito lugar.
No importa cuan agotado esté, ni lo pesado de los bolsos que uno cargue; la culpa gentil con que se ha crecido, lleva a donar aquél precioso espacio junto a la ventana. Levantarse, poner una voz firme y decidida. “¡Señor/a! Siéntese por favor”. De ser necesario, convencerlos; tratando a su vez de disimular esa mezcla de bronca y obligación que puebla mi rostro cada vez que lo hago. Por más que lo intente, no puedo evitar la cruel gentileza con que he sido criada.
Por último, a aquellos IMBECILES RETARDADOS MENTALES que para mi ¡¡¡¡FURIA DESMEDIDA!!!!! ROBAN descaradamente el asiento cedido por mí a una persona realmente necesitada; ¡¡¡¡PÚDRANSE EN EL INFIERNO ETERNAMENTE!!!!! (Ustedes saben quienes son).
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*Colectivo = Autobús = Bus.

sábado, 18 de octubre de 2008

Si tienes gatos, no seas madre

Si eres madre, no tengas gatos.

SNM: Prométeme que, cuando te vallas a vivir sola, no llevaras a ese gato contigo.

Y: Claro que sí lo haré. ¿Por qué no?

SNM: Porque transmiten enfermedades muy severas. Nunca hay que estarles muy cerca, ni tocarlos.

Y: Eso lo dices porque a ti no te gustan los gatos. Yo he tenido a Tito desde hace al menos tres años, y nunca he sufrido enfermedad alguna debido a él.

SNM: Ya verás en unos años. Se ha comprobado que los hijos cuyas madres tienen gatos, nacen tarados, o con malformaciones congénitas.

Y: Aly nació en una casa llena de gatos, y es una de las mentes más brillantes que he conocido.

SNM: Pero nunca ha podido tener hijos.

Y: ¿Eso qué tiene que ver con los gatos? Seguramente no haya sido siquiera problema de ella…

SNM: Nunca se sabe.

Y: Tampoco viene al caso. Lo que quiero decir es que, no puedes decir que un bebé nacerá con problemas psicofísicos porque convive con gatos. Es absurdo.

SNM: Pero sí está comprobado que producen enfermedades en la piel.

Y: Eso, si eres alérgico.

SNM: Tomemos como ejemplo a los gatos persas de pelo largo, como el tuyo: Respiras la pelusa que emiten, y eso afecta las vías respiratorias.

Y: Sólo si eres alérgico. Además, según tu teoría, con los años que llevo conviviendo con mi gato, ya deberían haberme asfixiado los pelos del pobre animal ¿verdad?

sábado, 11 de octubre de 2008

Crisis

He perdido la escritora que solía ser. Encuentro qué escribir, pero no sé como hacerlo.

Busco trabajos pasados que publicar. Leo y releo. Nada me convence.

“Repito palabras” “está mal escrito”. Pienso de mis trabajos realizados en el taller literario, tres años atrás; donde los “excelente” y “Muy buen trabajo” de mi profesora, contradicen la crítica actual.

¿Por qué para otros es tan fácil? Tienen el privilegio de escribir maravillosamente sobre historias comunes, y publicarlas. Yo quiero, pero no puedo. No es mi estilo. Además, resultaría patético siquiera intentar copiar el estilo de otros escritores. ¡¡No!!.

Debo encontrarme a mi misma. Las redacciones imaginarias, melosas y románticas de hace tres años, no me identifican, ni habré de publicarlas.

Antiguamente, durante largos períodos de soltería como este, solía criticar todo; escribirlo y publicarlo. También he perdido mi espíritu crítico, según parece.

El vacío genera grillos, cuyos sonidos ensordecen mi capacidad imaginativa.

¡Habiendo hecho tanto, esta semana! ¡Tantas cosas lindas y variadas! Debería escribir sobre eso, ¿no?

Lo pensé. Incluso creé varios títulos que no pude desarrollar, hasta ahora, como ser: Five O’ Clock Tortoni y Gajes de una vocación sin recursos (este último, una crítica sobre lo mucho que me cuesta desarrollarme en el ambiente del turismo, que tanto amo; donde, por un lado, tengo experiencia, pero por el otro carezco de recursos para formarme académicamente, y conseguir un buen trabajo relacionado).

Será cuestión de esperar. Valerme de una libretita para tener conmigo dondequiera que valla, no me vendría nada mal. Podría escribir ítems de las cosas que deseo contar sobre los sitios de Buenos Aires que visito cada día, y de apoco, encontrar las palabras perdidas; mientras me hundo, como siempre, en otro (no menos importante) gran amor: La música… El Piano.