martes, 3 de julio de 2007

La Exposición de los Sueños

(En alegoría enunciativa al libro de Sigmund Freud La interpretación de los sueños).

Experiencias oníricas, de hace varias noches atrás, que sentí curioso mostrar, lejos de la interpretación psicológica (al menos por ahora).

(I) Transito las calles invernales de Buenos Aires, hacia el hogar de mi mejor amigo. Anochecer de un cielo tranquilo y despejado. Por fin lo encuentro.
Brilla su presencia inmaculada junto a mí, luego de varios meses separados. Algo cansado, necesita un oído cómplice, que lo entienda y lo escuche (yo), mientras un velo de preocupación, cada vez más grueso, cúbrele el alma entera.
Le tomo dulcemente del brazo, caminamos sin rumbo exacto. Habla rápido sobre su familia: Necesita verlos, estar con ellos. Yo lo acompaño siempre, hacia donde él desee.
Muda; le contengo, lo abrazo, y lo escucho…Mientras observo nuestro universo cada vez más oscuro y pequeño en derredor. Él no para de hablar, preocupado. Hace frío…Noche cerrada.
Saco de la nada un abrigo. Cubro con él a mi amigo, mientras le propongo ir a visitarlos…Sólo para cerciorarnos de que están bien. “Necesita su familia” pienso.
Soy sus ojos ciegos de preocupación: Invisible la tormenta cercana.
Paraguas listo, abrazo a mi amigo para cubrirnos los dos.
_Estamos yendo para allá, todo va a estar bien, no te preocupes._ le susurro al oído…sordo; ahoga el mundo en sus propia locuacidad; nervioso. Mis intentos de calmar su alma perturbada, resultan obsoletos. Sigo firme ante él. No puedo rendirme.
Truenos, rayos, centellas en derredor…Soy escudo, protejo el amor que camina junto a mí; preocupado y ausente.
Vidrios rotos, cubren la acera resbalosa; en el barrio porteño más peligroso…Estamos solos… Juntos. La esperanza. Lo abrazo más fuerte, rogando al cielo que nada lo turbe. Seguimos rumbo hacia el destino familiar, que él tanto anhela reencontrar: Guía mis pasos. Soy sus ojos.
De pronto, un violento grupo de mafiosos delincuentes nos rodea….Lo provocan. Enmudece; justo en el instante en que yo me detengo y les hago frente. Cubro extrañamente, con todo mi ser, la vida de mi propia vida: Él.
De mis labios, nace furioso el rugido más estridente: sin dudas he ahuyentado a los delincuentes. Mi amigo está sano y salvo. Llegamos…
… Al mismo sitio desde donde partimos: Su hogar.
Tras de mí el tormento…Se entremezcla con la dulce voz de mi amigo amor.
_ Gracias por acompañarme a casa. Nos vemos pronto. Suerte._
Dice, aliviado y alegre, mientras analizo la ironía de lo que, solitariamente juntos, nos tocó vivir a cada uno.



(II) Hermosamente vestida y peinada, mis tacos resuenan apresurados, en la antesala de lo que pareciera un teatro.

Perdida en medio de la multitud, atestada de personas mayores, llevo un maletín, una pluma y una libreta.
_Señorita M._ Llama desde lejos, una amable voz femenina. Se abre paso, apresurada.
_Él la espera. Está ansioso por conocerla._ Dice, tomando mi mano, y conduciéndome veloz por numerosas escaleras; hasta detenerse frente a una puerta y tocar.
_Gracias por venir._ Saluda con respeto exagerado hacia mi persona, antes de retirarse.
Estoy anonadada, perdida, confusa…Al tiempo, complacida y expectante, por saber quién abrirá esa puerta.
Horacio Lavandera. Su presencia irradia luz, me recibe cálido, con un fuerte abrazo.
_Señorita M. No sabes cuánto me alegra conocerte._ Dice inclinándose, para besar mi mano libre, como un caballero.
_Muchísimas gracias por venir. Acompáñame, por favor. En un momento comenzaré el recital. Eres mi invitada de honor._ Pronuncia feliz, con un intermitente brillo en su mirada franca.
Me sorprende gratamente, aunque no estoy segura de comprender tan extraña situación.
_Un momento, señor Lavandera… Con todo respeto, yo…_
_No; no seas tan formal: ¡Llámame Horacio!_ Interrumpe, mientras me acompaña a tomar asiento en un cómodo sillón.
_Horacio…No comprendo: Yo soy tu admiradora, tú no me conoces…Vengo a entrevistarte…_ Replico alagada y nerviosa. Esa feliz confusión me desborda.
_ ¡¿Qué no te conozco?! ¡Eres la novelista más famosa del país!_ Exclama mostrándome, cual espejos deformantes, mis propios libros editados.
_Quisiera, por favor, si es posible de ti, una dedicatoria. Éste es el que más me ha cautivado_ Dice, señalando uno de mis escritos en particular.
Yo no puedo más que cumplir con su pedido.
El músico” Leo en voz alta; mientras comparto sonrisas con mi nuevo amigo.
Horacio dedica a su vez, el programa impreso del recital que está a punto de ofrecer.
_Esto te pertenece. Ah, y por cierto…_ (en un ademán, me alcanza junto con el programa, su tarjeta personal)._ No dudes en buscarme, si alguna vez me necesitas: Yo estoy para ti._
_ ¡Desde Luego!, será un placer. Muchas gracias._ respondo sonrojada.
Él me acompaña hasta la puerta, sin apartar su mirada.
_Espérame junto al escenario. Mi asistente te acompañará. Estaré contigo en un momento, preciosa. Disfruta el recital._