Para mortales de bajos recursos económicos.
Dedicado a cobardes, vagos (como yo) que no pueden enfrentar su realidad, y desean evadirla; escapándose de ella.
Nada de psicología freudiana sobre esto: Es verdad, y no lo hice de manera inconsciente.
Necesitaba escaparme de mi soledad; entonces pensé: ¿En qué lugares me gustaría estar, a tal punto de olvidar por completo mi naturaleza solitaria; e incluso, disfrutarla?
1. El Campo.
Y ¿qué haría, una vez instalada allí?
a) Levantarme al amanecer.
b) Realizar actividades de granja.
c) Lo más importante: Montar a Caballo, hasta el anochecer.
Fue entonces donde apliqué la técnica número uno de escapismo, para quienes disfrutan escribir: Imaginar que estoy allí.
Lo más hermoso y fácil, para una persona de bajos recursos económicos como yo. Cerrar los ojos, respirar profundo, relajarme, imaginar, meditar, y, finalmente, escribir. Amo esa magia del papel y la tinta (devenidos Word y Tipeo, con el avance de la tecnología); donde todo es posible: Puedes ir a dónde quieras, como te plazca, sin ningún tipo de uso horario, ni dinero, ni trámites burocráticos para renovar el pasaporte (asunto pendiente en mi agenda).
Viajar a cualquier parte del mundo que desees; en mi caso China (más allá de los Olímpicos), Japón, Egipto, Grecia, Roma, París, Madrid, Londres…. E incluso al satélite Lunar (algunos famosos empresarios multimillonarios ya reservaron, de hecho, sus viajes allí. Lucky them).
Volar, camuflarse, desaparecer, morir y resucitar… Lo imposible. Sólo con Imaginación, papel y tinta (o una computadora / ordenador).
Pero, no todo escritor tiene momentos constantes de inspiración. ¿Qué hacer cuando no se me ocurre nada que escribir, sigo sin ingresos de dinero, ni talento extra para una beca de estudios, y todavía necesito escapar?
He aquí la técnica número dos de escapismo: Leer.
Todos tenemos algún que otro libro en nuestras casas. En su defecto, podemos asistir a la biblioteca más cercana y abrir libros que nos conduzcan hacia nuevos mundos. Imaginarios, o no; hay en ellos diferentes horizontes por descubrir.
Como todo, hay libros y libros: No todos atrapan al lector. Depende mucho del estado anímico en que uno se encuentre al momento de abrir el libro y ponerse a leer; así como también del estilo, o el género que el autor haya querido reflejar en su obra. Usando el sentido común: Te gusta, o no.
En mi caso particular, cuando un libro me atrapa; me transporta y me evade, donde quiera que esté.
Es sólo entonces cuando resulta una efectiva técnica de escapismo; capaz de transformar la vorágine del Microcentro porteño, en el más perfecto templo oriental, donde poder meditar tranquilos.
De no introducirnos en la trama literaria que nos presenta el autor, como me sucedió lamentablemente con Cortázar, hace un tiempo; resultará el efecto contrario al de la evasión que busco. Allí donde, el sólo hecho de leer unas líneas del libro, parezca aumentar el volumen de todos los sonidos a nuestro alrededor. Insoportable.
No soy de las personas que disfruten el dejar los libros por la mitad; aunque tampoco es fácil para mí, encontrar el gusto literario en cualquier obra que me presenten.
Técnica de escapismo número tres: La Música. Hermosa. Según el género, para gente como yo, puede resultar un arma de doble filo.
Soy una amante (no practicante, por falta de recursos) de la familia de los Teclados. Más específicamente, el Piano. Disfruto escuchando obras de Bach, Beethoven, Brahms y Chopin, entre otros.
Sin embargo, la música latina me resulta nociva; pues revive justamente todo aquello que quisiera olvidar, rompiendo así con la pura esencia del escape que quisiera lograr.
Es raro que obras para piano de los compositores que mencioné al inicio de este párrafo, fallen para una terapia escapista; pero, cuando en ocasiones siento que falta algo; suelo combinar la escucha de esas obras, con la lectura y escritura: Convirtiendo en realidad imaginaria, el ascenso al paraíso inmaculado para mortales de bajos recursos económicos, como yo.
Nada de psicología freudiana sobre esto: Es verdad, y no lo hice de manera inconsciente.
Necesitaba escaparme de mi soledad; entonces pensé: ¿En qué lugares me gustaría estar, a tal punto de olvidar por completo mi naturaleza solitaria; e incluso, disfrutarla?
1. El Campo.
Y ¿qué haría, una vez instalada allí?
a) Levantarme al amanecer.
b) Realizar actividades de granja.
c) Lo más importante: Montar a Caballo, hasta el anochecer.
Fue entonces donde apliqué la técnica número uno de escapismo, para quienes disfrutan escribir: Imaginar que estoy allí.
Lo más hermoso y fácil, para una persona de bajos recursos económicos como yo. Cerrar los ojos, respirar profundo, relajarme, imaginar, meditar, y, finalmente, escribir. Amo esa magia del papel y la tinta (devenidos Word y Tipeo, con el avance de la tecnología); donde todo es posible: Puedes ir a dónde quieras, como te plazca, sin ningún tipo de uso horario, ni dinero, ni trámites burocráticos para renovar el pasaporte (asunto pendiente en mi agenda).
Viajar a cualquier parte del mundo que desees; en mi caso China (más allá de los Olímpicos), Japón, Egipto, Grecia, Roma, París, Madrid, Londres…. E incluso al satélite Lunar (algunos famosos empresarios multimillonarios ya reservaron, de hecho, sus viajes allí. Lucky them).
Volar, camuflarse, desaparecer, morir y resucitar… Lo imposible. Sólo con Imaginación, papel y tinta (o una computadora / ordenador).
Pero, no todo escritor tiene momentos constantes de inspiración. ¿Qué hacer cuando no se me ocurre nada que escribir, sigo sin ingresos de dinero, ni talento extra para una beca de estudios, y todavía necesito escapar?
He aquí la técnica número dos de escapismo: Leer.
Todos tenemos algún que otro libro en nuestras casas. En su defecto, podemos asistir a la biblioteca más cercana y abrir libros que nos conduzcan hacia nuevos mundos. Imaginarios, o no; hay en ellos diferentes horizontes por descubrir.
Como todo, hay libros y libros: No todos atrapan al lector. Depende mucho del estado anímico en que uno se encuentre al momento de abrir el libro y ponerse a leer; así como también del estilo, o el género que el autor haya querido reflejar en su obra. Usando el sentido común: Te gusta, o no.
En mi caso particular, cuando un libro me atrapa; me transporta y me evade, donde quiera que esté.
Es sólo entonces cuando resulta una efectiva técnica de escapismo; capaz de transformar la vorágine del Microcentro porteño, en el más perfecto templo oriental, donde poder meditar tranquilos.
De no introducirnos en la trama literaria que nos presenta el autor, como me sucedió lamentablemente con Cortázar, hace un tiempo; resultará el efecto contrario al de la evasión que busco. Allí donde, el sólo hecho de leer unas líneas del libro, parezca aumentar el volumen de todos los sonidos a nuestro alrededor. Insoportable.
No soy de las personas que disfruten el dejar los libros por la mitad; aunque tampoco es fácil para mí, encontrar el gusto literario en cualquier obra que me presenten.
Técnica de escapismo número tres: La Música. Hermosa. Según el género, para gente como yo, puede resultar un arma de doble filo.
Soy una amante (no practicante, por falta de recursos) de la familia de los Teclados. Más específicamente, el Piano. Disfruto escuchando obras de Bach, Beethoven, Brahms y Chopin, entre otros.
Sin embargo, la música latina me resulta nociva; pues revive justamente todo aquello que quisiera olvidar, rompiendo así con la pura esencia del escape que quisiera lograr.
Es raro que obras para piano de los compositores que mencioné al inicio de este párrafo, fallen para una terapia escapista; pero, cuando en ocasiones siento que falta algo; suelo combinar la escucha de esas obras, con la lectura y escritura: Convirtiendo en realidad imaginaria, el ascenso al paraíso inmaculado para mortales de bajos recursos económicos, como yo.